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  • Foto del escritorÁngela Sánchez

Me llaman Trosky

Actualizado: 12 ago 2020

Cuatro paredes inundaban mi memoria cada vez que cerraba los ojos, el peso de mis huesos se hacia insostenible para mi cansada alma y mi mirada amastinada y abatida hablaba por si sola...

Los días, eternos, parecían no pasar, miraba a mi alrededor y solo veía un cubo con agua sucia, una vez al día y no todos, oía una voz tenue la cual traía consigo unos porrazos en mi deteriorado hocico con lo que creo recordar que fueran panes duros...

A mi derecha la que fuera mi madre, inerte, blanca como la nieve (supongo que salí a ella o al menos eso decían), meses en la misma postura, sin moverse, sin comer, sin respirar...

Respecto a mí, me recuerdo sucio, maloliente, algo o bastante malherido, apático, devastado por cada día que pasaba, pero siempre sumiso, calmado y conformista...

Empezaba a ser primavera por la poca luz que entraba en la cuadra en la que me encontraba encerrado, pude deducirlo, ya que tras tres años en el mismo sitio hacinado el ingenio para ciertas cosas empezaba a agudizarse, nunca había salido de allí en mi corta vida y si lo había echo, he ahí la razón por la que quizás estuviese lleno de heridas y a veces me costase tanto ser realmente yo...

De repente todo cambió, recuerdo voces de aliento y miradas llenas de esperanzas abrir la puerta lentamente, no eran las mismas que solían traerme pan duro. Sentí que algo iba a cambiar y corrí

asustado hacia afuera de aquellas cuatro paredes, antes de salir miré esperanzado hacia atrás para ver si la que era mi madre estaba tan emocionado como yo, bajé la mirada y seguí al frente, algo dentro de mi se murió aquel día en aquel lugar pero mi instinto me decía que saliera de allí lo antes posible...

Comenzaba mi aventura, mis patas sentían el césped y por primera vez se preocuparon por mi aspecto un poco, tenia dos cuencos limpios uno de agua y otro de unas bolitas a lo que vosotros, los humanos, llamáis pienso, así empecé a relacionarme y rehacerme a mi mismo...

Siete meses después mi vida dio un giro de 180 grados. Llegué como invitado a un lugar en el que empezaron a bañarme una vez al mes y por las noches me hacían dormir en una cama mullida calentita, no sin antes haberme comido unas pechugas de pollo y unas bolitas de pienso de esas de las que me sentaban bien, ya que soy algo alérgico. Mis huesos empezaron a taparse y mis heridas poco a poco empezaron a desaparecer con esfuerzo y mucha paciencia, mi cuerpo cada vez mas descansado notaba como era invadido por la libertad de una vida digna, me sentía contento y aunque a veces tímido y miedoso movía con fuerza mi cola agradecido, además no estaba solo, Naim, mi compañera gato amenizaba nuestras "tardes de solipandis" con sus carreras y juegos de los cuales me hacia participe.

Cada año de vida una nueva oportunidad, cada día mas recuperado aunque con mis traumas. A veces me sentía desmejorado, mi aspecto no acaba de verse del todo bien, secuelas de un pasado en un presente, lehismaniosis, alergia, atopia, miedos expontaneos...

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