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  • Foto del escritorÁngela Sánchez

Eterno olor a sal

Llevaba años sacrificando todos sus agostos. El color de su piel ya no era el mismo que el de años atrás... Su pelo rubio ya no lucía las ondas surferas que tanto le gustaban al salir del mar, y sus pies se habían olvidado por completo del calor que desprendía la arena... Tampoco había sido el mejor de los años para su economía, ni siquiera podía haber ahorrado nada para poder permitirse ir más lejos de allá donde sus pies pudieran llevarla... Abrió la puerta de su armario, mientras sintió la nariz mojada de su perro golpear su mano, lo miró fijamente y ambos perdieron la vista hacia la ventana de aquella habitación... Minutos más tarde empezó a echar algunos de sus vestidos favoritos en una pequeña mochila, un par de chanclas, dos toallas y una bolsita de pienso, ¿cómo no?... -¡Vamos!- exclamó mientras él movía con éxtasis su cola... Cerró la puerta, y echó la llave, pero antes se deshizo del reloj que portaba en su muñeca, justo en el mueble de la entrada... Anduvieron bajo la noche estrellada hacia una zona bruta y libre, y cuando cayó la noche del todo, sacó las dos toallas que había echado en su mochila, las extendió en la arena húmeda por el relente de la noche y se tumbó junto a su perro a contemplar el agua calmada, el horizonte estrellado y la luna llena que tantos veranos atrás había añorado... Fue justo entonces cuando entendió que la grandeza de los momentos no se miden por los lujos, ni por la longitud en el tiempo, sino por la plenitud de saber apreciar los detalles más pequeños y la suerte de poder disfrutarlos… Desde entonces supo que tanto esfuerzo a lo largo de los días quedaban compensados con la maravilla de ese mismo instante. #historiasdeviajes



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